Infancia y adolescencia: En el jardín de la vida todos pasan res etapas. Para que pueda desarrollar un día todo su potencial, debemos primero desbrozar, airear la tierra y preparar el terreno a sembrar. Duele y es trabajoso abrir surcos y quitar despojos, pero es necesario para arar no tener un pedregal.
Juventud y edad adulta: Llegado el momento hay que sembrar, es importante elegir qué semillas cultivar y no escatimar el tiempo y esfuerzo a invertir si queremos verlas germinar. A veces nos agotan, pero debemos cuidar los tallos que brotan ¡y no olvidarnos de regar!
Madurez y vejez: Cuando todo haya crecido, debemos recolectar, recoger lo merecido por el esfuerzo invertido y disfrutar del fruto obtenido. Podemos entonces descansar, sentirnos satisfechos por un trabajo bien hecho. Nuestro jardín ha florecido, su vida ha sido de provecho. |
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